La inteligencia artificial llegó como ese compañero nuevo de oficina que en su primera semana ya sabe más que todos, nunca llega tarde, no se queja del café frío y, para colmo, sonríe mientras lo despiden a uno. ¡Una joya!

Desde su aparición, la IA ha prometido “hacernos la vida más fácil”, lo cual —si somos sinceros— es la manera más elegante de decir: “vamos a ver qué trabajos te quitamos primero”. Antes temíamos que las máquinas dominaran el mundo; ahora solo tememos que nos pidan capacitarnos para trabajar con ellas… gratis.

El uso de la IA es fascinante: corrige textos, crea imágenes, compone música y hasta escribe posts como este (no confirmaremos ni negaremos nada). Pero como todo invento humano, el problema no es la herramienta, sino el entusiasmo con el que la usamos. Porque si algo sabemos hacer bien los humanos es abusar de lo que inventamos: desde el fuego hasta los filtros de Instagram.

El miedo a perder el empleo es comprensible. No todos pueden presumir de ser reemplazables por un algoritmo con más talento y menos drama. Pero, tranquilos, los expertos dicen que la IA no viene a sustituirnos, sino a potenciarnos. Lo que no explican es que “potenciar” puede significar “hacer el doble con la mitad del personal”.

Tal vez el secreto esté en convivir con la máquina: dejar que ella haga los cálculos, y nosotros las crisis existenciales. Después de todo, hay cosas que la IA nunca entenderá: la ironía, la imperfección, y el arte de procrastinar justo antes de una entrega importante.

Así que sí, la IA llegó para quedarse. Pero no hay que temerle: basta con recordar que nosotros la creamos. Claro… también inventamos el plástico y las guerras mundiales, pero ese es otro blog.


¿Y cuáles IAs se usan hoy (y cuáles ya son fósiles digitales)?

Porque, aceptémoslo, el mundo de la inteligencia artificial envejece más rápido que las promesas electorales.
Hoy todos hablan de ChatGPT, Claude, Gemini, Copilot, Midjourney, Runway o Suno como si fueran los nuevos dioses del Olimpo digital. Cada uno con su truco: unos te escriben, otros te ilustran, otros te despiden con una presentación de PowerPoint impecable.

En cambio, hay IAs que ya quedaron en el olvido, víctimas de la evolución tecnológica y de nuestra impaciencia crónica. ¿Recuerdan a Replika, la “amiga virtual” que terminó siendo más intensa que un ex? ¿O a esos generadores de imágenes que hacían retratos con seis dedos y tres ojos? Están guardados en el mismo cajón que los CDs y los teléfonos con tapa.

Así que sí: las IAs que hacen el trabajo pesado y están actualizadas son las que te conviene conocer. Las demás… bueno, están descansando en paz.

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